lunes, 4 de febrero de 2013

La poesía en la obra de Los Elefantes

Homenaje a un gusto. 


La aclaración inicial de olvidar cualquier pretensión teórico-académica que del anuncio pueda desprenderse permitirá soltar los siguientes amarres.

Conocí a Los Elefantes una mañana soleada de sábado en Bogotá. El encuentro se pactó en un pequeño encanto de tienda, con los años remodelada, contigua a la entrada principal de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Ni ellos ni yo habíamos acordado alguna hora. La coincidencia apareció con sus casualidades. Me detuve en la corta sección de discos. Melómano habito: buscar por buscar. De repente aparecieron Las perolas de Motas. Imagen de un plato de comida para mascota, quizás computarizada. Caratula y contraportada. Cautivador titulo de enredos. Eran Los Elefantes. Les conocía. De las primeras épocas, contaba la leyenda. Respetados por quienes gustaban de la música que venía de Jamaica. Compre el disco. Estaba emocionado. Les había encontrado. Sabía que mi instinto no me fallaría. Llegue a casa. Entre en mi cuarto. Al grano. Un play anuncio la primera pista. Justificada introducción. Presentación de la obra como en cualquier pieza literaria. Magnifico nombre: Nuestra granja. Sinfonía cargada de animales. Vinieron los otros tracks y con ellos una explosión en prisma-color. Qué gran álbum. Todo un concepto. Deleite de música, risa, imagen y líricas. Fotografías en blanco y negro. Elegantes trajes two-tone que emocionan al Rude Boy latino. Para evitar sombras de dudas, el pequeño librito contenía la transcripción de sus letras. Soporte de una idea. Mi admiración consistía en deleitarme con ellos. Con su irreverencia. Juego que aun me arroja hipótesis sobre lo que quieren expresar para acompañar las partituras. Tengo personales interpretaciones.

     Gran foto del primer disco. Las Perolas de Motas     
Boca e’ Caimán. Canción insignia, sublime. Animalidad a flor de piel. Himno fertilizador de mentes enamoradas. Simplicidad de la vida cotidiana. Una confesión. La pausa. Sonidos que vienen desde la ducha ¿A quién se le ocurre meter en la mitad de la grabación un fragmento cantado en la bañera?  Que importa. Yo también la he cantado con el agua entre mi boca. Peche, una genialidad. Trabalenguas de rapidez. Transformar una canción rusa (Goran Bregovic) en una oda al emblemático tabaco.  El quema pulmones. El apache sacado del publicista. Que fácil lo hacen parecer. No tomo ron. Honesta confesión de melancolía: “no juego rol el sábado hay salida, ya no hay billares ni tampoco birra, me he decidido ir a seguirla y ya”. Otros sonidos son tanques rebosados en brillantes poemas. La sapo Rita, Mi papá es el cómico vinagre, Don Tomate. Víctimas de un humor de exagerada finura. Inesperado anuncio de cierre. El circo se burla del espectáculo. La payasada inteligente ha finalizado.

Fotografía del primer disco. 1999
                                                     
Concierto en el auditorio Michellangelo. Bogotá, 2001
                                      
Pasadas Las perolas de Motas, ansioso esperaba el próximo record. Por fortuna apareció tres años más tarde. Chic Taiwán. Nuevo bombazo. Contundente knock out anunciando su regreso. Dure muchos años creyendo que en verdad Los Elefantes iban a sacar una película. ¿O en realidad la sacaron? Caí en la trampa del disco. Las letras de nuevo se transformaron en deleitables poemas. Esta vez hubo más técnica. Habían madurado, sin descuidar las particularidades de su humor. Descubrí a Charlie Parker. Camine por la bizarra Opium Street. Enloquecí con la versión de Summertime. Le di cuerda al Elefante. Sentí que Nadie sabe era la segunda parte de No tomo ron.  Bastantes conjeturas. Respetuoso cariño. Nuevos canales de difusión llegaron. Apareció Francisco el Matemático. Ingeniero responsable del sonido de expresivos gustos alternativos. Se regocijaron en los oídos de masas. Comenzaron a ser escuchados. Grabaron par de vídeos.  Sin embargo, doy fe de que nunca cambiaron. Se negaron a venderse a esa maquinaria que absorbe muchas bandas al escapar del Underground.

 Foto promocional. Disco Chic Taiwán. 2002         
                                           

Hicieron una larga pausa. Llego el tercer y hasta ahora último álbum. Una combinación marciana. Ya hablaban de otro mundo. Eran los mismos, el nombre del disco lo demostraba: La chica de las tetas café. De horrorosa caratula.  Hablaron del Corazón. La adrenalina del Barrio Santa Fe. La famosa expresión Pocalucha. La sabrosura de su versión de Veneno en la piel. Vinieron los días de una horrenda tusa. Entonces, la poesía absorbió de nuevo bocanadas de inspiración: “16 noches sin ti, soy el malboro man de ayer. 16 noches sin ti, no sé qué debo hacer”. Cuánta sutileza. Senderos recorridos en saboreados versos. Seducción reggae con un final de rocksteady.
                                                          


Los Elefantes siguen tocando. Arquitectos de música, no necesitan ser desmedidamente creativos. Han construido una humilde idea, un ensamble. Prominente arraigo de ciudad. Guardianes de un sonido. Sentido de pertenencia. Son y serán bogotanos. Con nuevos integrantes, nunca pierden su esencia. La misma voz. Las gafas de siempre en los teclados. El fondo vibrante del bajo. Calurosas y enriquecedoras secciones de vientos. Explosión de identidad en el escenario. La última vez que los vi, fueron teloneros de Skatalites. Un Titanic de concierto. No fallaron. Cante desafinadamente el repertorio de sus canciones. Sonaron temas inéditos. Descargue mis pies de energía. Reunión de caras felices. Ese día, medite sin excederme en profundidad. ¿Existirá sensación más gratificante que sonreír cumpliendo un sueño? No hubo respuesta. Tendré que esperar a un próximo concierto.

                                                     
El Capitán 

4 comentarios:

  1. Genial interpretación de una banda que no toma el SKA a la ligera, que hace de cada disco un universo y de cada presentación algo único.

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  2. Gracias. La intención es difundir y compartir pensamiento.

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  3. buenísimo!!!
    grandes los elegantes Elefantes... y se viene el cuarto disco..

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