martes, 16 de julio de 2013

Traducción al español de una bitácora

Es grato contemplar desde el faro mi regreso a Guayaquil. Aliviador desembarco sobre los bordes del río Guayas, luego de una temporada de enajenado trabajo en los laboratorios de islas Galápagos. Como director, me complace dar por terminada la primera etapa del proyecto de investigación biogenética antidarwinista. Como parte del equipo, a partir de la próxima semana, radicados en Brasilia, nos concentraremos en la elaboración del informe.

Cumplido nuestro primer objetivo, hemos conseguido patentar la clonación en cinco variedades de semillas marinas a partir de la extracción de su material genético. La praxis es la síntesis de nuestra ejecución teórica. Concebimos la evolución, como el gen que se encarga de superar estados emocionales, positivos, negativos y neutrales. Cadena de cromosomas anímicos, relacionados entre sí, con caracteres individuales y colectivos, que contribuyen a la duración mortal de cada uno de los mapas genéticos.

De las cartografías a nivel vegetativo obtuvimos liberar el genotipo encargado de la evolución. Como hemos procedido primero en plantas con el fin de inmunizarlas, no nos es posible comprobar si al suprimir él gen en animales o seres humanos, podamos producir copias idiotizadas sin contenido emocional. Ensayaremos con flamingos de forma agresiva en la segunda etapa.

El proyecto paga bien, tanto en ingresos como en hipótesis. Quizás por ello, con respetada envidia, darwinistas y teólogos califican nuestra obra de justicia tirana, fantasía desquiciada y hasta osan de nombrarla vil deshonra del mundo. Anticipados prejuicios, técnicamente improbables.

Desconosco la exactitud de la distancia que me sepera de Galápagos. Principio en toda lejanía, archipiélago fértil, donde el aire despierta con suavidad al mar. Oasis de biodiversidad que supera en mucho su fama, recuerdos que me pierden en saudade (nota al margen: palabra sin traducción).

Nos instalamos en el bunker de Santa Cruz, cercano a la estación científica del puerto Ayora. Dormíamos poco, pues las labores nos quitaban la mayor parte del tiempo. Cuatro días a la semana dedicábamos a recoger muestras en otras islas. Para organizar mis jornadas, solía despertarme a correr descalzo por Tortuga Bay. Las noches libres me refugiaba en los libros, en especial ojeaba clásicos de terror, tentaciones aberrantes producidas con ayuda de la ciencia.

Poco a poco, comence a ceder a la rutina de las islas. En la desenfrenada observación constante cai obsesionado por maquinar mi evolución. El humor en los laboratorios logro apaciguar esos actos de egoísmo que quisieron despertar mis pasiones. Mordedura invisble de conciencia, proyecto real de supervivencia. Conspiración para liberar el gen de mis emociones, negárselas a un yo vacio. 

Preveo al finalizar la próxima etapa, alcanzaré a manipular los deseos de mi propia imágen, para que sean sus manos las que dirijan la siguiente bitácora.




Dr. João Roberto Mullingan
Torre del faro
Guayaquil

Ojo del faro