domingo, 11 de octubre de 2015

La esquina de la Alfama

Fue con mi padre, marinero, capitán y amigo, que acordamos un encuentro Lisboa. Era la primera vez que viajaba en portugués, un idioma que en sus formas me gusta. Había escuchado que esa tierra causaba impresiones más allá de los ojos. 

Casi a la media noche, después de mi llegada, salimos a caminar algunas calles acobardados por los vientos y la lluvia, se aproximaba al invierno. El sábado muy temprano descendimos hacia la plaza del centro. En la tarde, conquistamos los pasteles de Belém pero no quisimos alcanzar la torre y tomamos de regreso el tranvía 23 con rumbo a la discreta casa-museo de Pessoa.

Esa noche nos invitaron al Fado. Llegamos a la boca de la Alfama para explorar las piedras de la euforia, repasamos los dilemas de las calles angostas regalándole a la memoria imágenes de balcones, faros y puertas, la ropa descansando por fuera de las casas, caminos de escaleras guardianas de historias. 

Al cabo de un tiempo, entramos en la esquina de la Alfama. Una suerte de garaje que nació para ser casa de fados. Pedimos el vino de la casa entre la breve introducción de los artistas quienes ante el lleno de la sala pidieron apagar las luces suplicando el silencio. El simpático maestro estilo Sancho Panza y su joven y delgado aprendiz dieron la palabra al conjunto de guitarras, y a la voz de una hermosa mujer que cantaba las bohemias de su barrio. 

Esta noite choveu muito
Nas Pedras da minha rua,
Hoje vi nelas a sombra
Que parecia ser tua.

Esperei que subisses a escada
Mas teus passos não ouvi,
Lá fora, as pedras molhadas
Pareciam chorar, chorar por ti.

(...)

Así, se manifestó originalmente el Fado, narraciones populares cuyas almas evocan la saudade, fadar es determinar la suerte.

Pasada la segunda pausa, la matrona salió de la cocina y se quitó su delantal para compartirnos una parte muy importante de su historia que se expresa por medio de la música. 

Fado é destino marcado
Fado é perdão ou castigo
A própria vida é um Fado
Que o coração tráz consigo

(...)

Fue de reojo que supe que mi padre perdía su mirada entre las cuerdas portuguesas, armando reflexiones que asomaban lo profundo. Los dos enmudecimos pasmados, marineros en las rutas del pasado, entregados en instantes de amores, aturdidos por la fortuna de los viajes.

Parece minha, toda a cidade
Nem o cigarro me conforta
Nem o luar hoje me abraça 
Eu não te encontrarei jamais
E nestas noites sempre iguais
Sou mais uma sombra que passa
Sombra que pasa e nada mais 

(...)

¡Fadista, Fadista! se escuchó en la voz de un hombre mayor, que se levantaba de la mesa del lado para inclinarse a besar la mano de la artista. Nosotros en la emoción nos colocamos de pie entre la lluvia de aplausos, sublime teatro de revista. 

Cuando prendieron las luces, tomamos nuestros abrigos y fuimos hasta la puerta a esperar un taxi.  La matrona se acercó y como una madre que despide a su familia cuando parte de viaje, se detuvo en la nostalgia a mirarnos alejar desde su puerta entre las calles vacías.

Que mística fue aquella luna de Fado.






Epílogo

Bitácora del capitán. El reencuentro. Hace mucho tiempo que pensé en este día. Caminaba en el sueño por la calle de la rambla discutiendo con mi padre sobre el poder que tienen las palabras. La imagen parece hoy realidad. Esta vez la tierra es en Portugal. Volver a encontrar fuera de casa a un compañero de viaje, marinero, capitán, papa y amigo. Mi fuerza en el deseo me empuja hacia la suerte, cambiar al manouche por fado, jugar con mi propio alfabeto, saborear otro idioma, ciudad, destino y mujer voy a perseguirte en mis ojos. Escribiremos la historia en familia.

Padre: espero verte en Lisboa.


domingo, 27 de septiembre de 2015

Midnight Lipstick

A 500 metros de Shakespeare and Co, buscando la calle de la Huchette descansa otra tentación parisina. Una cueva en forma de teatro homenaje a la música. Desde hace más de sesenta años, Le Caveau de la Huchette motiva al barrio Latino haciendo fiestas con gladiadores del jazz. 

Recuerdo de aquel inverno la primera vez que fui por el aviso en rojo neón que anunciaba entre la niebla la entrada. Un oscuro guardarropa carente de color precedía al mostrador del bar atendido por un viejo camarero experto voyerista de amores. De las paredes colgaban fotos de las leyendas, tuve en mi cabeza la imagen de Boris Vian que terminaba de crear en la tarima Je suis Snob. 

Una escalera frente a la barra del bar anunciaba el descenso hacia la cava de piedra, la música derrotaba la angostura del lugar. Desde una de las esquinas intérpretes proponían repertorios por tandas, animados por la acústica de la cueva. Sonaba west coast swing. Contrabajo y guitarra dominando la escena. Atrás batería, saxo alto, clarinete, y trompeta, invitado especial trombón. La pista rectangular completaba el escenario, expertos y amateurs turistas proponían sus pasos. Me senté junto a un parlante con vista hacia los cuerpos que felices desgastaban los zapatos.

Round about midnight atrapó mi atención por una joven bailarina de rubios naturales, vestido negro corto y unos labios en rojo sangre. Tuve la impresión que me miraba y acuse al alcohol. La inquietud se hizo más grande cuando en la pausa vi que se acercaba y comenzábamos a charlar en un extranjero inglés. Hablaba con dejo de sus memorias balcánicas, tenia un temperamento sublime, solía frecuentar la caverna y otros clubes de jazz los fines de semana, prefería las fiestas con big bands. Por un tiempo me detuve en su costado desnudo. Media era la noche, Good Bye Porkpie Hat. 

Siguió una nueva ronda de swing. Sus ojos apuntaron a mis manos para invitarme a bailar, la vi descifrar mi cuerpo entre los giros y los tiempos de la improvisación coreográfica. Pasada la segunda canción nuestras bocas se encontraron por instinto, sus manos masajeaban mi cuello, las mías ya acariciaban su espalda. Fuimos a sentarnos sin parar de besarnos.

Me costó abrir los ojos de aquel sueño, el ruido retomaba el ritmo del mercado del domingo en el barrio. Procuré hacer el mínimo ruido y salí sin despedirme de su casa para evitar encontrarme con sus padres. 

Descendí hacia la estación cercana al Bois de Boulougne y solitario me detuve a detallar el mapa, take a train para orquestar el regreso.





domingo, 6 de septiembre de 2015

Me despido del Chancho

Fui quien sugirió la tarea de ahorrar para un buen viaje. Tú patrocinaste la compra del chancho que pintaste de amarillo y me pedíste que marcara: proyecto Sur. Tus ojos buscaban la orilla del mar tras la terraza.

Acordábamos extender la ruta, bajar a Puerto Moon para cruzar a Bariloche. Sólo monedas de grueso calibre. Fuimos constantes, y a principios de un diciembre su muerte representaba nuestro presupuesto en hospedaje y comidas.

Mientras se agotaba la primera botella y descendimos la Alameda con rumbo al concierto de cierre. La noche anterior Los Bunkers habían llenado gratis muelle barón. La fiesta ya se sentía en la fuente de Aníbal, caravanas de artistas en dirección al Estadio.

Compartimos la segunda con un grupo italianos que venían desde Arica por tierra. No fue muy larga la fila y cuando entramos estaba tocando Weichafe, enérgica banda entre las líneas del hardcore para el pueblo mapuche. Recostados en el tapete que cubría la gramilla discutimos la ruta que ahí me confesaste no te gustaba. Querías ir primero a Foz de Iguazú para subir a Florianópolis, el presupuesto a mi no me alcanzaba. Me hablabas de mis miedos sin que yo lo preguntara, acusabas mi falta de compromiso, te quejabas de lo mal que me sentaban los tragos, situación terapia. Nos vimos de pie por la explosión de la cumbia, Juana la Fe arrancó con actitud, había algo de salsa en sus sonidos urbanos. Fueron despedidos con alargados aplausos que no lograban levantarnos los ánimos, una oportunidad para escondernos entre despertados pies. Tus manos acariciaban las mías sin pronunciarnos palabras. Incomoda en mi silencio te fuiste a dar una vuelta. 




La Sonora de llegar elevaba irregularmente mis reflexiones, propuso sus canciones con la ayuda del baile. Me sentía mareado, la verdad algo indispuesto, con ganas trasbocar la euforia. Salí del rocksteady par buscar algo de agua. Pensaba en el futuro cercano, preparaba mi discurso para tu llegada. 

Ya en La Floripondio me empece a preocupar, Jamaica pensada con cumbia, La voz de Chico Trujillo cambiando al ritmo de ska. Que siga la comparsa, trataban de consolar mis formas.

Después vino Sinergia para divertirse en el trabajo. Ya estaba dejando atrás cualquier más mínimo efecto que pudiera sufrirse de alcohol. Manipulaba la impresión que te habías marchado, también la banda de mi se burlaba. Te enojáis por todo, te enojáis por todo. Mi tristeza quedaba en evidencia, yo quiero acostarme contigo

La clausura fue en dimensiones gigantes, la multitud levantaba entre en las manos Chanchitos Amarillos, empezaba en Volantin a encontrar confort. Dar la claridad a nuestro sol. Me entregaba a la emoción, llegaban desde arriba asteroides invasores locura colectiva, entre la explosión del bajo en funk y los Chachitos en el aire, las letras asaltaban mi moral, es una tontería perder más energía que esperas para ser feliz, pensaba adelantarme al éxodo que abandonaría el Estadio. Adiós, me despido del Chancho.