domingo, 27 de septiembre de 2015

Midnight Lipstick

A 500 metros de Shakespeare and Co, buscando la calle de la Huchette descansa otra tentación parisina. Una cueva en forma de teatro homenaje a la música. Desde hace más de sesenta años, Le Caveau de la Huchette motiva al barrio Latino haciendo fiestas con gladiadores del jazz. 

Recuerdo de aquel inverno la primera vez que fui por el aviso en rojo neón que anunciaba entre la niebla la entrada. Un oscuro guardarropa carente de color precedía al mostrador del bar atendido por un viejo camarero experto voyerista de amores. De las paredes colgaban fotos de las leyendas, tuve en mi cabeza la imagen de Boris Vian que terminaba de crear en la tarima Je suis Snob. 

Una escalera frente a la barra del bar anunciaba el descenso hacia la cava de piedra, la música derrotaba la angostura del lugar. Desde una de las esquinas intérpretes proponían repertorios por tandas, animados por la acústica de la cueva. Sonaba west coast swing. Contrabajo y guitarra dominando la escena. Atrás batería, saxo alto, clarinete, y trompeta, invitado especial trombón. La pista rectangular completaba el escenario, expertos y amateurs turistas proponían sus pasos. Me senté junto a un parlante con vista hacia los cuerpos que felices desgastaban los zapatos.

Round about midnight atrapó mi atención por una joven bailarina de rubios naturales, vestido negro corto y unos labios en rojo sangre. Tuve la impresión que me miraba y acuse al alcohol. La inquietud se hizo más grande cuando en la pausa vi que se acercaba y comenzábamos a charlar en un extranjero inglés. Hablaba con dejo de sus memorias balcánicas, tenia un temperamento sublime, solía frecuentar la caverna y otros clubes de jazz los fines de semana, prefería las fiestas con big bands. Por un tiempo me detuve en su costado desnudo. Media era la noche, Good Bye Porkpie Hat. 

Siguió una nueva ronda de swing. Sus ojos apuntaron a mis manos para invitarme a bailar, la vi descifrar mi cuerpo entre los giros y los tiempos de la improvisación coreográfica. Pasada la segunda canción nuestras bocas se encontraron por instinto, sus manos masajeaban mi cuello, las mías ya acariciaban su espalda. Fuimos a sentarnos sin parar de besarnos.

Me costó abrir los ojos de aquel sueño, el ruido retomaba el ritmo del mercado del domingo en el barrio. Procuré hacer el mínimo ruido y salí sin despedirme de su casa para evitar encontrarme con sus padres. 

Descendí hacia la estación cercana al Bois de Boulougne y solitario me detuve a detallar el mapa, take a train para orquestar el regreso.





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