María Antonia, 28 años. Hija única,
formada en Bogotá donde vivió hasta convertirse en bachiller. El futuro
nombramiento de su padre como diplomático agregado les obligo a moverse entre
Luxemburgo y Londres. Recita de memoria versos de Lord Byron y William Blake.
Amante de Diane Arbus, jamás seguiría a Man Ray. Le aburren las fogatas con
guitarra, prefiere retratar mujeres. Obtuvo el grado en artes plásticas del Royal Art School of London. La enferma
el jazz en Cortázar, corredora inalcanzable, se aleja de Manhattan, también de
Charles Bukowsky. Preferencia en el grafito y los colores pasteles. Le agrada
recibir postales. Habla perfecto el alemán. Apoda de miserables al círculo de artistas latino-franceses. ¿Cuál es el
concepto de vanguardia? En una temporada en Zúrich se enamoro perdidamente de
un curador yugoslavo performance, a quien conoció por las galerías de Berlín.
Hace seis meses regresó a Bogotá, decidida a tomar nuevos proyectos para
enfrentarse a recomponer su historia. La intrigan las fuerzas de voluntades
veganas y las sombras. Su verdadera pasión se la entrego al cubismo.
Tiempos de grises colores la
obstinaron en preparar un lienzo, desacostumbrar lugares comunes, animada en la
propuesta de independizar su obra. Esa tarde, dejó correr aleatoriamente el
sonido por entre sus audífonos Marshall. Prefirió caminar la avenida mientras
descifraba la ruta. Avanzo tres cuadras para llegar a la esquina de la torre,
giro hacia la derecha, subió por las escaleras del parque. Convencida por
su instinto llego hasta el mirador, en la austeridad de la grama recapituló sus
primeras motivaciones en arte. Se detuvo un instante en su niñez, prólogo experimental de la nostalgia, punto de partida de su identidad. Palpitaba con
placer el volver a casa, recordó las fiestas de abandonar costumbres, la
tranquilidad que le producen los parques. Su música desbordada en material de
liberada dependencia. Se alejó del mirador. Una sonrisa dio sentido a sus
emociones, perceptoras subjetivas de su propia historia. Avanzó hacia la
izquierda entre calles para llegar a la esquina de los libros. Sentada
en un largo y viejo sofá bebió lentos sorbos del chocolate caliente, mientras descubría la portada de los bienes terrenales del
hombre.
Vestida de luna la tarde, junto
a la ventana su estudio, María Antonia descendió la mirada hacia el barrido de carros que diez pisos más abajo atravesaban la ciudad entre la lluvia hacia plurales direcciones. La luz del escritorio funcionaba como espejo, la
conquista individual encontró su independencia. Sacó de su bolso
la hoja que habia utilazado en la jornada y en la esquina inferior derecha escribió a letra cursiva la
palabra autoretrato.
Blue-moonday
El Capitán