Notas en
tierra firme,
Nuquí:
paraíso imperial donde las aguas del mar pacífico la arena tocan, refugio de
descanso de ballenas jorobadas, ángulo de mixturas culturales, asilo de
tortugas, sociedad organizada de pescadores, portal de gastronomía exquisita,
destino migratorio en tiempos de fiebre del caucho. Mirador hacia las
aves, amplificador de imprevisibles olas, conjunto selvático de biodiversidad
sonora. Región explosiva en colores, fauna interoceánica-terrestre de agudos
lamentos que melancolías cantan. Acuarela de espíritualidad, afrocolombianidad y
emberas. Golpes de chirimías emocionan las parrandas. Bosque húmedo tropical acapara la frontera de neblina en las últimas casas
como queriendo abrazarlas. Vertientes de numerosos ríos fluyen desde las
espaldas que bordean aquella frontera para desahogar sus arterias en la
desembocadura del mar. Latidos de vientos fuertes hacen enloquecer frondosos árboles e inclinan las palmeras.
De acuerdo
con el mapa de ruta hacia el sur se encuentra la playa Conqui, apetecida por surfistas que hablan de leyendas sobre Pela Pela, Pico de Loro y el Derrumbe.
Al norte, la belleza se extiende por Bahía Solano y el Parque Nacional de Utría.
A mediodía, la busqueda de las canoas que se alejan de los puertos: el océano.
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Mapa de ruta nuquípacífico.com |
Aterrizaje: veintisiete de diciembre con mis padres y hermana, primitiva pista empolvada.
Salida: desde la gran Quibdó. Llegada a la cabecera municipal de calles sin
autos, transito de bicicletas y pies. Casas con mecedoras afuera. Tribus de ecoturistas. Habitación en madera
con vista hacia la playa, hamaca extendida en un balcón, cama doble más dos
sencillas cubiertas por mosqueteros, sillas al aire libre instaladas a
propósito para disfrutar del paisaje.
Memorable
ayer: distribuidos en familia a lo ancho del balcón leíamos individualmente,
cada quien concentrado en lo suyo. Súbitamente apareció el marcador inolvidable
de un nuevo mapa. Me dedicaba a rellenar un crucigrama cuando una caravana de
música pasó a nuestros ojos. Colombia celebraba el día de los inocentes,
tradición compartida por otros países, cristiana conmemoración de una masacre.
Implacable juego de bromas donde toda intención moral se libera para permitir
mofarse del otro. Contar una noticia posible pero mentirosa. Esa
festividad aquí parece tan distinta como para mi atípica. Las entusiastas trompetas y
platillos que orquestaban la fiesta precedían una corte de artistas que en la
parte de atrás dramatizaban. Una procesión de funeral simulado se sometía
a la acción, mientras tanto, la parodia compartía la botella de un no ficticio
licor de color destilado. La broma estaba allí, era una respetada mofa al
momento fatalindeseado de encontrar
la muerte. Retador universal de la alegría, maquina de irrenunciables
pensamientos, antítesis de la felicidad que en este lugar la apodaron vida. Decidimos
unirnos familiarmente al festejo, seguir la expresión artística de
afrodescendientes voces, paradoja material del exodo involuntario proveniente del África
impregnado de otros ritos, notas solemnes de tamborinos
y bullerenges. Mis padres de la mano
recibían la botella con la invitación al sancocho de remate. La noche se hizo en fogata a la sazón de la comida, las casas sacaron los parlantes, caras compartiendo
cena, manos en las tamboras, había comenzado a la parranda.
Juana tengo
en mi memoria, Aee ay Juana
Como que me
mientan la gloria, Aee ay Juana
La perdiz
se enamoró.
De los
huevos e’ la torca, Aee ay Juana
Satisfacciones perciben el humor de nueva mañana. Los rayos del sol se ocultan en la panorámica lluvia, pintura geográfica irrepetible.
Persiste mi residencia en esta bahía, ella me ha conquistado, yo no
la he conquistado a ella, y que extraño pero que bien se siente estar enajenado
por lugares. Símbolos del desvelo causado por la luna que reposó
de ayer en la invencible hamaca.
El Marinero
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