viernes, 8 de marzo de 2013

Mi padre y las palomas


Hay particularidades asombrosas, la obsesión de mi padre por coleccionar palomas es una de mis favoritas. Detrás de tan exótica filantropía parecen haber razones de ser. No conozco una historia a profundidad, tampoco preciso en que momento semejante pasión despertó o trascendió. Para mí, el resultado ha sido la manifestación de una obra admirable: brazada de memoria. De nuestro antiguo apartamento recuerdo con exactitud la gaveta de madera y vidrio de la sala, estante de pronunciada altura dedicado a externalizar  dicha admiración. Ahora son más de cien, repartidas por toda su residencia. En principio no existe similitud entre cada una de ellas, diferentes tamaños, variopintos colores, lo común esta en el animal.

La paloma es un ave de vuelos bajos. Sencilla, humilde, inocente, con gran sentido de la orientación. De las bondades de la naturaleza que se utilizan para nombres de mujeres. Paloma, es una palabra derivada de dos raíces latinas, en la actualidad reconocidas como categorías diferentes: palumba y columba. En francés se le dice pigeon, peculiar sonido poético. En natación es un clavado libre. En Argentina y Chile, danza popular. En el fútbol, una forma de hacer goles. En Marruecos, alimento tradicional.

Como animal es poseedora de radicales contrastes. Se les quiere tanto como se les repudia. Incluso, hay quienes les tienen miedo. Elemento de biodiversidad. De lejos, saber volar es una poderosa cualidad. Característica que rompe cualquier vinculo sobre el suelo.  De cerca, la extraña mirada que atraviesa por sus diminutos ojos en ocasiones puede inspirar desconfianza.


Plaza de Bolivar, Bogotá, Colombia. Foto: Juan David Vélasquez. Derechos Reservados

A mí me gustan las palomas. Aun practico con placer perseguirlas para que vuelen o arrojarles comida para que se acerquen en manada. Son aves de ciudad, que se incorporan naturalmente al paisaje. Merodean en muchos lugares.  Se posan en las partes altas de las iglesias, en pequeños orificios, en tejados, en palomares (construcciones ahuecadas inventadas por el hombre para estudiar prominente animalidad),  a veces suelen reposar en los balcones. No son aves solitarias pero si de reflexiones ensimismadas. Tienen un sonido característico difícil de comparar, sumado a un único movimiento de alas. Permanecen en sitios habituales, no les gusta moverse demasiado.

Palomar instalado en la plaza Murillo. La Paz, Bolivia


Mi padre colecciona las palomas para transportarse a gratos momentos, se añaden a las fotografías como anécdotas de sus viajes, las guarda para sí junto a detalles cronológicos de cómo las ha venido adquiriendo, de las que requirieron lucha, de la más grande, de la que fue primero. Aquellas figuras se han convertido en objetos conductores de intimidades propias, muy originales, que solo  su dueño sabrá cuanta porción ha de relevarse. De la colección personal, hay una paloma que me encanta. Gordo pájaro gris tallado en cerámica, con dos orificios y una boquilla que sale de su cola para ser utilizada como ocarina. Aun en el presente esta pequeña flauta logra desatar melodiosos sonidos.


Foto no original de una de las palomas que pertenecen a la colección.

Sobre el inusual pasatiempo, tengo mis interpretaciones. En primer lugar, exterioriza la admiración que profesa mi padre a la paloma en tanto ave. Silenciosa, emotiva, mensajera, libre.  Después aparece la simbología de la mujer. La paloma traducida en belleza. Se dice que Afrodita, diosa del amor, tenia una paloma. Cada una es el recuerdo de hermosas damas, de las que han pasado por su vida como amigas, amores y hermanas. Soy testigo del afecto que mi padre posee por semejante dulzura. Conquista de Don Juan, coqueto palomo que las deleita con cantos de arrullo para llevarlas a  su palomar. Mi madre y mi hermana, seguirán siendo sus palomas preferidas. Enamoramientos de lazo familiar inquebrantable. Sus incondicionales amigas. Aves colmadas de vida que ningún artesano podrá disecar. No se pierden o se escapan, a pesar de emprender largos vuelos, siempre están allí. Son el encantado en compañía.

Escoger esta ave para convertirla en objeto coleccionable anuncia una paradoja de libertad. La paloma es un ave que vuela esencialmente sin restricciones. Despojada de cualquier carta de identidad es imposible llamarlas por nombres individuales. En esta táctica aficionada el albedrio de volar ha sido congelado, impidiendo algún intento de escape. El pichón es libre animal pero su estatua que lo representa jamás lo será. Cada estática paloma decora cierto rincón sin posibilidad de moverse al menos que por azar se rompa. Protectores amuletos de la independencia que practica mi padre.

Ir acumulando aves artesanales es la forma de recrear un pasatiempo. Respetuosa costumbre de viajero.  Rostros de otoño o de la larga noche primaveral. Aventuras que  jamás se repiten. Contrastes entre el pájaro místico en invierno frente al alegre aviador que se pasea por los aires durante el verano. Extensión de su memoria individual-colectiva. Pequeñas figuras que permiten devolverse a instantes, atrapar olores, volver a sentir la energía de miradas. Es una obstinación para impedir que la condena de la edad desvanezca los restos de su sonriente pasado.


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