Ha llegado la hora de revelar la
balota de mis secretos. No quiero pasar por escritor (omitir indicio de blogger),
ecléctico, o supersticioso. Hastiado el
mundo se encuentra de escondidos que por sobrenombres se matan. Desperdiciar una historia.
Sin más preámbulos entro en definiciones. La estupidez
del capitán aplica imaginarios tanto como lógicas elementales. Rafael Alberti irrumpe.
Marinero en tierra, libro arrollador. Tanto como su poema del mismo nombre. No
puedo explicar si se trata de un asunto de influencias. Yo no vine a
reivindicar la generación del 27. Es la fuerza con la que aparece. Toca a mi
puerta. Lo memorizo. Lo declamo. Destello
de triunfo. Reconocimiento en una Casa. La Casa de poesía Silva, lugar que enorgulleció
mi alma de niño. Emoción inexplicable.
Rio de lágrimas. El orgullo de mis padres.
Ese elemento, se fue añadiendo a
una premisa sin complicaciones: tengo un barco que se llama vida. Yo soy su Capitán. Es irreductible, inmutable. ¿Quién diferente a mí se atreve a manejarlo? Insolencia no permitida. El barco no posee título. Ha refundido algunos diplomas. Lejano de especulación. Tiene escrito mi nombre. Se llama
Guillermo Alejandro al igual que su padre. Apareció clavado en el puerto del alma.
Reconocimiento de una voz interior.
El barco navega. Cruza aguas
escondidas. Surca ríos y océanos. Despierta anclado en el river Thames, mañana amanece en el Sena. No teme ir a Ámsterdam. Desea como muchos devorarse el mundo. Ahondar el Amazonas. Sonreír en Ilha Grande. Enamorarse en Zimbabwe. No puede faltar la música, la
fiesta o el baile. Bebe ron en los cuartos de luna para olvidar sus
recuerdos de amores felices. Ha oído cuentos de piratas, de esbeltas sirenas.
Luz Buenonas multiplicadas. Aborrece anclar mucho tiempo. Prefiere los vientos
blandos. Se bebe cada sorbo del agua. Respira aire. Sensaciones encontradas.
Hay que seguir navegando, cada minuto es
apremiante. Faltan aun muchos mares…
El Capitán
El Capitán
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