Brujas de claros colores los
juntarían de nuevo en París. Ella,
visitaba a su hermana. Él, esperaba con locura el comienzo de la Fête de la Musique. Celestial idea de guardar bien un correo.
Muchacho afortunado. Se escribieron. Acordaron una cita en la columna del
centro de la Plaza de la Bastilla. Salieron a devorarse la noche parisina.
Experimentar la Ronde de Nuit de la Mano Negra. Esta vez, hablaron en francés. Fueron por
unos mojitos famosos por el quartier. Caminaron por la Place de la République. Avanzaron hasta
el Quai St Martin. Mojaron la
palabra. Bebieron du vin rosé. Delicia fría de veranos. Lidiaron
puntos de vista sobre el absurdo de Francia.
Cantaron Couleur Café. Sus risas se conjugaron. Lannzaron centavos de euro desde el puente d'Amélie. Cada quien con su deseo. Jugaron con sus ojos. No hubo
tiempo para la foto.
Decidieron perseguir la noche. Eufóricos por bailar. El
famoso aller en boîte. Entraron en
discoteca. Sonidos de drum & bass.
Se entregaron a la pista. Cuerpos calientes lo demostraban. De pronto, las
luces enlazaron sus pupilas. Se miraron fijamente atreviéndose a besarse.
Desborde de un río apasionado. Lucharon con la corriente para evitar soltar sus
bocas. Ella, le susurro al oído: "estamos viviendo el inicio
del último tango en París". Él, le respondió con una sonrisa. Prohibido parar de
bailar. Ha comenzado la madrugada. Han apagado el sonido. Salieron desmesurados
buscando otro rincón para besarse. El
viejo apartamento de su hermana. Piso cuarto. Escaleras caracol, segunda
vuelta. Superficie de madera. La cristalización del deseo. Sus cuerpos
extasiados en primera comunión. Unidad. Amor. Placer. Destello de luz. El sol
anunciaba su llegada. El ritmo universal de la ciudad declamaba los principios
de su rutina agobiante. Las puertas del metro abiertas. Despertar en caluroso verano de
una mágica noche. Necesidad de decir adiós.
Tomaron rumbo a la Gare du Nord. Ella, regresaba a Londres
buscando entregarse a la suerte para cambiar su camino. Él, planeaba pasar unos
días a orillas del mediterráneo en las costas de Marseille. Sus bocas se despidieron entregados a un último beso.
Hubo un abrazo infinito. Jamás volvieron a verse. Permanecerá la dicha en sus
almas. Fervor de lo inexplicable. Presencia de un pronunciado hasta nunca bajo
el sobrehumano je t’aime.
FIN
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