miércoles, 6 de febrero de 2013

El cajón sagrado: proseguid con la madera



Aquellas que han encontrado ese cajón, no los otros

Extraño podría parecer que millones de seres como yo tengan guardada una caja de recuerdos. Algo me dice la negativa de equivocarme. No me corresponde hilvanar hipótesis perfectas. Me gusta pensar que caras felices tienen en sus cuartos memorias colgadas en la pared o en algún rincón escondidas. En mi caso es un cajón. Por  fuera como todos los cajones. De madera. Apariencia de nada en especial.  En su interior la figura engaña. Una porción de mi se encuentra escondida ahí. Como estas letras que voy dejando mientras escribo. Desde luego que no es guardador de tristezas. En ese cajón están muchas de mis memorias. Individuales y colectivas. De cruzadas transcendentales.  Relatos que satisfacen el alma. Tiene de todo un poco. Timidez de creatividad: colecciones de cuadernos. Poesía de juventud. La mía bastante ridícula. Versos improvisados satirizando mi historia. Otras vergüenzas de más bajo nivel cargan autobiografías de amores felices y unas fotografías bailando los Fabulosos Cadillacs. De aquellas cosas de amor: fiesta de casa. Foco de atención en el círculo sagrado del baile. Promiscuidad de grises tirantes. Ese pedazo de madera tiene tantas cosas, que de muchas ni me acuerdo. Aun cuando permanecen.  Y a veces me gusta hurgar en aquellos regalos del pasado. El regreso es conductor impecable de mentalidades. Aprender de objetos. Símbolos de una identidad. De lo que fui y persisto. No olvidarme. Atravesar la materialidad que todo lo inmaterializa.  De los olores perdidos. Parcelar mi raíz. Jamás pronunciar un quien soy a modo de pregunta. Hago memoria de mi colombianidad. Navego hacia al exterior. El antes: átomo de particularidades. Mirador de la última letra. Rostros. Regocijos, emociones, tablones, momentos felices. La colegialidad a flor de piel. Gaveta de sobredimensionado cariño. Prestar atención. No es preciso aferrarme. Si algún día quieren quemar algo puede ser mi cajón. Proseguid con la madera.  Si a mi casa entran a robar, llévenselo. No pretendo contraer un síndrome de bipolaridad.  Pérdida de costos física e inmaterial. Compensación necesaria. Reparación obligada. De lo simbólico y lo material. Alivio de cargas emocionales. Ganancia de ambas partes. Ejecución de un acto de honestidad. Es preciso desprenderme de mis alegrías para invitar a que lleguen mil más.

Alejandro R. S
Segundo acto de honestidad 

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