lunes, 18 de febrero de 2013

Navegando el extranjero de Albert Camus



No vengo a resumir la obra del Extranjero. Es un libro de mis afectos. Definido con simplicidad. Sellado con un hermoso título.  En francés, posee varias definiciones: 1). Que viene de afuera, 2).Que no pertenece a un grupo, a sociedad o a familia, 3). que es extraño, que no es conocido.4). Que no tiene relación con nadie. Una sola palabra, un conjunto de significados. Todas descansan en la novela. Flechazo de la infancia. Consuelo de oportunidades. Ejecutor cabalístico punzante de mi amor por la literatura. La aproximación se la debo a la música y los amigos.  Elementos fundamentales.


Todo comenzó por G.P. legendaria banda de la ciudad de Medellín. Descalabro de energía. Avalancha musical de toda oposición. El primer cassette que recibí de ellos lleva el nombre: De G.P para la Sociedad. Ameno regalo. El álbum me hipnotizo por completo. Cada canción comenzaba con un extracto a modo de pequeño poema. Los versos los pronunciaba Jimmy Jazz, antiguo vocalista de melancólica voz. Aquello era el complemento perfecto para introducir las canciones. Idea bastante original. Desconozco de otros que hayan hecho lo mismo. Inicia un tema dedicado a la absurda y loca: Carrera. Inmediatamente después del final del verso viene la descarga de enérgico punk. Magnífica unión de elementos. Ese primer sencillo termina como L’Ètranger de Camus, cosa de la cual me vine a dar cuenta años después. El fumador argelino, desata un discurso de ira luego de que se entera que va ser ejecutado en la cárcel donde está condenado. Cargado de fuego en la boca, Mersault anuncia las últimas palabras "para sentirme menos solo, me queda desear que el día de mi ejecución hallan muchos espectadores y que me reciban con gritos de odio" ¡ Bang ! Disparo sin bala para mi cabeza. Una frase que rompe cualquier atrevimiento. El aire viene envuelto en una forma que se escribe y se canta. Acto de honestidad y liberación. Expresión de verdadero descontento. Insospechada literalidad del pensamiento.


Por otro lado, apareció The Cure. Forjadores de un sonido particular. Quizás influenciados por los gemidos de Robert Smith. A mis oídos llego Killing an Arab. Grandiosa canción. Crudas guitarras. El nombre álbum mostraba el mensaje: Standing on a beach (1986). Soberbio disco de éxitos. Sin duda, el extranjero se encarcelo dentro de esa letra. Tal vez The Cure se sentía extraño para su tiempo. Había podido salvarse pero decidió quedarse sin miedo a la verdad para los que quieran escucharla. Cada vez que The Cure  o alguien en el mundo la canta se está leyendo en voz alta la historia de aquel hombre que caminando por la playa, termina propinándole cuatro disparos a un árabe de agenciadas disputas . El poder de la palabra en las canciones.


Con cierto grupo de amigos solíamos compartir el arte. Juventud de gustos afines. Corríamos a ver cine en las tardes especialmente al teatro libre cercano a la gótica iglesia Lourdes. Discutíamos banalidades. Nos recocijabamos en antiguos conciertos. Simples redes sociales producidas  por sentido común. Cosas buenas de la vida. También compartíamos libros. Intentábamos aplicar la máxima de leer libremente. Rotábamos, sugeríamos obras. Nada especial, normalmente clásicos. Un hecho muy alto para mi. De poderoso valor espiritual. En ese pequeño préstamo bibliotecario llego a mis manos el extranjero. Derrumbe sobre cualquier intento de fuga. El libro se incorporó a las sonoridades. Inolvidable fusión. Cuando abrí la primera página no pude parar hasta acabarlo. Su corta extensión lo hizo fácil. La felicidad al llegar al final fue absoluta. Un déjà vu. Llamado a la puerta de mi alma. Plenitud. Cerré el libro con una sonrisa. Había descubierto un autor.

Fotografía tomada de bogota.vive.in

A partir de ese momento, mi relación con L’Ètranger ha sido encantadora. Estoy condenado al libro y como si el absurdo existiera soy feliz. Siguen apareciendo en mi camino variadas interpretaciones sobre la novela. Esas situaciones producen que leerlo sea un acto entretenido. Incluso encontré por azar la versión en cine. Adaptación de Luchino Visconti (Lo straneiro, 1967). El film incluyo a la bella Anna Karina y a Marcelo Mastroianni en el personaje de Mersault. Es una cinta simpática. Jamás había visto tanta literalidad de un libro convertido en película.

Procuro leerlo por temporadas. En apariencia no encuentro nada nuevo. Las letras que se escribieron para convertirse en grandeza no han cambiado siguen estando ahí como las buenas amistades. Su relectura no lo hace un tormento. Emprendo el rumbo hacia Marengo. Mi temor es el título de Capitán de un barco de infinitas posibilidades.


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